“¿Es rentable mi empresa? ¿Y si no lo es, por qué no lo es?”

Son preguntas que se suelen hacer algunos de mis clientes. No hay una respuesta única.

Vivimos en un mundo globalizado y altamente competitivo y resulta difícil encontrar sectores con una rentabilidad media elevada. ¿Por qué? Pueden influir diferentes factores que hacen difícil este propósito: una competencia intensa, una mayor capacidad negociadora de nuestros clientes y la amenaza de productos sustitutivos, que pueden satisfacer las necesidades de nuestros clientes de una forma parecida a las de nuestros productos, como cuando aparecieron los bloques de motor de aluminio que sustituyen a los de hierro, y pesan menos, son más maleables, etc.

Las empresas se suelen afanar en imitar diferentes atributos de sus competidores y se lanzan a una carrera desesperada para ser mejor que sus rivales. Esta búsqueda, a veces mal interpretada, lleva a que las empresas se parezcan cada vez más unas a otras y que se acaben mimetizando entre ellas, y al final terminan compitiendo por la variable menos deseada: el precio.

A pesar de estas circunstancias, sí existe un camino para poder conseguir rentabilidades superiores. Un estudio de Warthon University concluye que el 60% de la rentabilidad de una empresa depende de su gestión y esta respuesta está directamente ligada con la reflexión estratégica.

Y, ¿a qué llamamos estrategia? Como consecuencia de la reflexión estratégica obtendremos una estrategia, que es la capacidad de la empresa para ser única respecto a sus rivales.

En organizaciones tan complejas como las empresas, este proceso de ser único se puede conseguir a través de un plan que permita a la organización definir cómo quiere competir ofreciendo algo diferente a sus clientes. Precisamente, es a través de la búsqueda de un mix adecuado en sus actividades cuando se consigue acertar con ese algo diferente.

La estrategia requiere, como vemos, una metodología, un enfoque y una revisión a lo largo del tiempo para adaptarla a los cambios constantes del entorno. Todo esto bien orquestado, con una metodología profesional, lleva a tener una propuesta de valor única, diferente y, como tal, a mayores rentabilidades.

Y es que ya lo decía Séneca: “No hay viento favorable para el barco que no sabe adónde va”.

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